"Tuve que sentarme a su lado. Sólo nos separaba un biombo. Yo no paraba de temblar". Ana recuerda con angustia el día en el que tuvo que enfrentarse en un juicio a su agresor, que es también su exmarido. No le permitieron declarar en una sala separada y tampoco a su hijo menor de edad, que, finalmente, por el pánico que le produce ver a su padre, no acudió a la vista.
Después de más de un año de espera y terror, Ana vio cómo su expareja era absuelta. Según el juez, no había suficientes pruebas contra él. Desde ese mismo día se le retiró la orden de protección que impedía que se acercara a ella, a sus hijos, a sus colegios y a su propio centro de trabajo.