jueves, 13 de febrero de 2014

Un espíritu libre...


Opinar libremente tiene más peligro que caminar con los ojos vendados por un campo minado, pues a la primera de cambio te pintan con sangre de cordero el dintel de la puerta. Me refiero a la opinión discrepante, claro, no al halago remunerado, que tan bien se recompensa, porque entre nosotros tiene más espacio laboral, social y político el granuja adulador, que el crítico honrado.
Hablo del pensamiento divergente que acompaña a los que ejercen el noble oficio de pensar, analizar la realidad y opinar luego sobre ella. Hablo de quien refuta a la autoridad, encausa arbitrariedades, contradice al jefe, desvela fechorías, impugna decisiones administrativas, condena abusos del amo, desatiende caprichos del director, rectifica al patrón o denuncia la incompetencia del poderoso.


Quienes realizan tales menesteres han de estar dispuestos a ser anatemizados, lapidados, marginados y expulsados a sartenazos por los usurpadores del territorio, con un sambenito colgado del pecho, preludio de la pira inquisitorial que espera a todo discrepante del poder, por pequeño que sea el mando que tengan el inquisidor.


Este miedo a la pedrada o al fuego, hace que la sociedad esté llena de cómplices que silencian delitos. Pero mirar para otro lado y callar, es una forma de cobardía que sólo favorece a quienes se aprovechan del silencio público, porque los españoles acostumbramos a criticar en pasillos, rincones, mentideros y tabernas, tranformadas en oficinas de quejas y denuncias, para beneficio de los sinvergüenzas.


Las personas con espíritu libre no tienen espacio en las organizaciones humanas, porque los corazones rebeldes molestan más que una piedra en el zapato, y el “patrón” los quiere tener alejados en un radio de dimensiones semejantes a los anillos de Saturno, sin percibir que son los críticos quienes los mantendrán en estado de alerta, haciéndoles mejorar.

Paco Blanco Prieto

No hay comentarios:

Publicar un comentario