Estimados lectores me gustaría proponeos algo fácil, es un ejercicio de pensar, de reflexionar, y necesito que me acompañéis hasta el final, que no me abandonéis en este periplo, porque al fin y al cabo nadie piensa solo, ni sola y yo menos.
Pues bien necesito que os trasladéis al siglo XVIII el siglo de las luces, y de la Ilustración, unos tiempos convulsos y agitados que dieron lugar a un revuelo tan importante en Europa, que ya nada volvería a ser igual. Por primera vez en la historia se cuestionó políticamente el orden establecido, que otorgaba a unos pocos los privilegios de cuna. Ideas como la igualdad, la libertad y la fraternidad se abrieron paso en una sociedad en crisis y convulsa. Las revueltas en las grandes ciudades partieron de los que estaban al margen de la sociedad, los oprimidos y sometidos tomaron conciencia y su indignación dio lugar a un nuevo orden social.
Como ideal, como principio y motor del cambio surgió la muy noble proclama de “La defensa de los derechos humanos.” Pero ese ideal de “humanos” tuvo algunos olvidos importantes, se olvidó de las mujeres y las personas con discapacidad, que seguían quedando al margen del margen, seguían oprimidos y sometidos, al amparo y la voluntad de otros.