Como estábamos avisadas no ha sido una sorpresa, sino lo esperado. Las mujeres españolas somos desde hoy menos ciudadanas y menos libres que las mujeres europeas que viven en democracias laicas y consolidadas. Y usted, Sr. Gallardón es el responsable. Nos acordaremos de usted por esto; vaya donde vaya las mujeres, por encima de nuestra ideología y del partido al que votemos, nos vamos a acordar de usted por esto. Ya no podrá nunca más ser de centro, ni un verso suelto, ni siquiera un tipo culto y leído; para siempre va a ser usted la mano ejecutora de un grupo pequeño de reaccionarios católicos obsesionados con los derechos y la libertad de las mujeres; esos que no pueden soportar la idea de que las mujeres son iguales a ellos porque su frágil ego no se lo permite; esos que no entienden nada de derechos, de democracia, de libertades; esos que sólo entienden de gobiernos autoritarios en los que se imponga -a la fuerza- su oscura, estrecha y pobre visión de la vida. Esos que necesitan que las mujeres, su cuerpo, su sexualidad, sus decisiones, dependan de ellos.
Le he escuchado decir que es la primera ley que no penaliza a las mujeres que abortan porque las mujeres que abortan son todas víctimas. Mire, ahórrese hacerse pasar por defensor de las mujeres porque no cuela. Las mujeres que abortan libremente y con seguridad no son víctimas, son agentes de sus propias vidas. Las víctimas puede que comiencen a llegar ahora, cuando alguna mujer intente abortar en condiciones inseguras para su vida, como ocurre en los países en los que se prohíbe o dificulta el ejercicio de este derecho. Las mujeres seguirán abortando ¿no dice usted que lee mucho? Pues lea algo sobre el aborto. Las mujeres han abortado siempre, ricas y pobres, religiosas y ateas, jóvenes y maduras, solteras y casadas. Las mujeres que han decidido abortar lo han hecho desafiando cualquier riesgo. ¿No lee los informes de la OMS? Pues se los recomiendo. Es la dificultad de acceder a un aborto seguro lo que produce víctimas. Claro que son siempre pobres, eso sí. Por eso no les importa lo que les pasa, está en la línea de todas sus leyes.
Porque, en realidad, ha hecho usted una ley para que sólo puedan abortar las ricas. Las mujeres ricas no van a tener ningún problema en encontrar médicos que les firmen lo que haga falta, pagándolo, eso sí y, en último caso, tendrán información y medios para marcharse a Europa. Las mujeres más pobres ni siquiera sabrán dónde acudir porque esta ley pretende prohibir incluso la información. Así de indigna es. Pero no le quepa duda que las feministas nos organizaremos para informarlas adecuadamente, como hicimos al final del franquismo y en los primeros años de la transición. Enseguida sabrán que los derechos que aquí se les niegan están garantizados en casi cualquier país europeo; ya ve qué motivo de orgullo Sr. Gallardón. Lo malo es que es muy posible que, como ocurre en todos los países pobres, pronto comience a haber lugares que realicen abortos clandestinos e inseguros. Y entonces es posible que alguna mujer se convierta en víctima, pero de las de verdad, de las que mueren o quedan con graves secuelas porque alguien como usted decidió imponer su estrecha moral sobre lo que todos los países democráticos consideran un derecho fundamental de las mujeres.
Esta es una ley que nos minoriza a todas las mujeres y que nos minoriza como país pero que, afortunadamente, va a durar muy poco. Es la típica ley que está destinada a durar un suspiro. Es la ley que recoge la rabia contra la igualdad que viene incubando desde hace años un pequeño sector ultrareaccionario y ultracatólico. Pero está fuera de su tiempo, la sociedad ha cambiado de manera definitiva; Rouco y compañía están acabados. Esta ley no va a durar nada más que el poco tiempo que les queda a ustedes en el poder. Y, es más, estoy convencida de que la nueva ley que venga será aun mejor que la que ahora deroga. No me cabe duda de que el partido o partidos que vengan aprobarán una ley de aborto que nos restituya a las mujeres el derecho básico a disponer de nuestro cuerpo y de nuestra vida. Y..¿sabe una cosa? A usted, Sr. Gallardón, esta ley no le va a servir de nada. Su ley ni siquiera va a gustar a los que se la pedían. Parece mentira que no haya aprendido que son insaciables, que nunca tienen bastante, que hubieran querido mucho más. Me parece que va usted a pasar a la historia como el ministro que se empeñó en que España tenía que parecerse al país que añoran los católicos más reaccionarios, esos que quieren a las mujeres en casa, fuera de la vida pública, sin derechos, con vidas que dependan enteramente de ellos, de los maridos, de los médicos, de los políticos. Pero eso se ha acabado Sr. Gallardón. En estos años hemos aprendido cómo hacernos dueñas de nuestras vidas, por mucho que les pese a unos pocos. Sabemos cómo hacerlo y vamos a seguir haciéndolo. Su ley es una vergüenza, vamos a combatirla y vamos a derogarla más temprano que tarde, no le quepa duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario