Los “homo sapiens” somos una especie tremenda, probablemente nuestros antepasados se comieron a otros seres humanos, los de “Neandertal”, del mismo modo que ahora nos comemos cerdos, vacas, ovejas y demás. Por esta parte no solemos comer perros ni gatos, todo es ponerse, y quien tenga a mano a alguno de estos mamíferos, si tiene un momento de atención, comprenderá que, aunque no hablen, tienen pensamiento.
Una vaca es un animal espléndido, cuesta creer que alguien que se detenga a contemplarla no se admire ante esa manifestación de la vida, pero las criamos para explotarlas y matarlas. Somos los descendientes de los cazadores y sabemos cómo matar. No sabría opinar ahora sobre el trato que le damos los humanos, concretamente en la cultura occidental, a los animales. Implica demasiadas cuestiones para dar una respuesta simple, pero el debate está abierto. Al menos en otras sociedades donde no se alardea del maltrato animal ni se hace de ello patrimonio nacional.
Nuestra especie explota a otros animales pero, en el reparto de roles en la especie, también la mujer fue y es utilizada y explotada como un recurso más. El monoteísmo semita le dio forma cultural a esa explotación y las tres religiones monoteístas ordenaron la sociedad y la cultura para que la mujer fuese relegada a ser un recurso y una propiedad del varón.
La corrección a ese rol es el feminismo, probablemente la transformación cultural más radical en la historia de la humanidad. El feminismo simplemente dice que la mujer es un espécimen de la especie humana, no una res. No un animal para estabular, para ser explotado en los trabajos por el varón y para dedicar a la producción de crías.
Esa esclavitud al varón la vemos de forma brutal en algunas formas de prostitución vigentes y, en la práctica, toleradas, mujeres secuestradas y encerradas como reses para el desahogo masculino en verdaderos puestos de inseminación. Y, aunque más velado, la vemos también en las formas más sectarias del islamismo, del judaísmo y el cristianismo.
Esa esclavitud al varón la vemos de forma brutal en algunas formas de prostitución vigentes y, en la práctica, toleradas, mujeres secuestradas y encerradas como reses para el desahogo masculino en verdaderos puestos de inseminación. Y, aunque más velado, la vemos también en las formas más sectarias del islamismo, del judaísmo y el cristianismo.
Pero el avance del humanismo occidental ha ido humanizando también algo al cristianismo, especialmente el catolicismo, aunque dentro se parapeten sectas que continúan defendiendo esa concepción de la mujer no como un ser humano autónomo, sino como una propiedad de otros. Esas sectas integristas están legislando en este momento en el reino de España a través de este Gobierno, que no para de reconstruir por decreto un franquismo que regresa a nuestras vidas. No dialoga, no pacta y reprime la libertad de expresión porque no es un Gobierno democrático, es sectario.
Hasta finales de los años setenta, una mujer no podía abrir una cuenta corriente, cerrar un contrato o salir de España sin autorización de un varón, ésa es su España. Pero, a pesar de aquellos franquistas y de estos, las cosas fueron cambiando. Con sus graves problemas y limitaciones, esta sociedad es otra y, para la moral social actual, la mujer es un ser humano completo y autónomo con toda su dignidad. Para nosotros hoy una mujer es dueña de su cuerpo y no, como quiere este Gobierno, propiedad de un Estado autoritario y ultracatólico.
El aborto y sus dilemas es un asunto complejo, pero la legislación actual se adecúa bastante, tanto a los problemas de las mujeres españolas como a lo que piensa y siente la ciudadanía. Este ministro oscurantista está legislando conscientemente contra las personas que existen en nombre de la ideología.
Un ministro que no duda en despedir a una trabajadora por estar embarazada se atreve a impedir a mujeres que trabajan controlar su propio cuerpo pero que, si quedan embarazadas, perderán su medio de vida. ¿Y alimentará el Estado a esas mujeres y a los hijos que tengan? Cómo se atreve, cómo no le da vergüenza. Porque no la tiene. ¿Tiene al menos él un modelo de vida acorde con la moral que predica el Opus Dei? Puro cinismo y cálculo político de un Gobierno absolutamente inmoral.
Puede ser legítimo que una persona decida someterse y entregarse a otra hasta el extremo de permitirle disponer de su cuerpo, puede ser. Pero ustedes no tienen derecho a disponer del cuerpo de las mujeres a su antojo. Ellas tienen el derecho de ser libres y no duden de que recordarán sus nombres y apellidos, los de quienes les quitan su dignidad y su libertad. Ustedes serán recordados, pasarán a la historia por muchas cosas, por eso también.
Hasta finales de los años setenta, una mujer no podía abrir una cuenta corriente, cerrar un contrato o salir de España sin autorización de un varón, ésa es su España. Pero, a pesar de aquellos franquistas y de estos, las cosas fueron cambiando. Con sus graves problemas y limitaciones, esta sociedad es otra y, para la moral social actual, la mujer es un ser humano completo y autónomo con toda su dignidad. Para nosotros hoy una mujer es dueña de su cuerpo y no, como quiere este Gobierno, propiedad de un Estado autoritario y ultracatólico.
El aborto y sus dilemas es un asunto complejo, pero la legislación actual se adecúa bastante, tanto a los problemas de las mujeres españolas como a lo que piensa y siente la ciudadanía. Este ministro oscurantista está legislando conscientemente contra las personas que existen en nombre de la ideología.
Un ministro que no duda en despedir a una trabajadora por estar embarazada se atreve a impedir a mujeres que trabajan controlar su propio cuerpo pero que, si quedan embarazadas, perderán su medio de vida. ¿Y alimentará el Estado a esas mujeres y a los hijos que tengan? Cómo se atreve, cómo no le da vergüenza. Porque no la tiene. ¿Tiene al menos él un modelo de vida acorde con la moral que predica el Opus Dei? Puro cinismo y cálculo político de un Gobierno absolutamente inmoral.
Puede ser legítimo que una persona decida someterse y entregarse a otra hasta el extremo de permitirle disponer de su cuerpo, puede ser. Pero ustedes no tienen derecho a disponer del cuerpo de las mujeres a su antojo. Ellas tienen el derecho de ser libres y no duden de que recordarán sus nombres y apellidos, los de quienes les quitan su dignidad y su libertad. Ustedes serán recordados, pasarán a la historia por muchas cosas, por eso también.
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