viernes, 31 de enero de 2014

El "Tren de la libertad" también para las mujeres con discapacidad

Estimados lectores me gustaría proponeos algo fácil, es un ejercicio de pensar, de reflexionar, y necesito que me acompañéis hasta el final, que no me abandonéis en este periplo, porque al fin y al cabo nadie piensa solo, ni sola y yo menos.

Pues bien necesito que os trasladéis al siglo XVIII el siglo de las luces, y de la  Ilustración, unos tiempos convulsos y agitados que dieron lugar a un revuelo tan importante en Europa, que ya nada volvería a ser igual. Por primera vez en la historia se cuestionó políticamente el orden establecido, que otorgaba a unos pocos los privilegios de cuna. Ideas como la igualdad, la libertad y la fraternidad se abrieron paso en una sociedad en crisis y convulsa. Las revueltas en las grandes ciudades partieron de los que estaban al margen de la sociedad, los oprimidos y sometidos tomaron conciencia y su indignación dio lugar a un nuevo orden social. 

Como ideal, como principio y motor del cambio surgió la muy noble proclama de “La defensa de los derechos humanos.” Pero ese ideal de “humanos” tuvo algunos olvidos importantes, se olvidó de las mujeres y las personas con discapacidad, que seguían quedando al margen del margen, seguían oprimidos y sometidos, al amparo y la voluntad de otros.

En aquel entonces, las mujeres de la Revolución francesa observaron con estupor cómo el nuevo estado no encontraba contradicción ni problema alguno en pregonar a los cuatro vientos la igualdad universal y dejar sin derechos civiles ni políticos a las mujeres.

Pero pronto tomaron conciencia y cuestionaron su papel de simples espectadoras, y el por qué de su exclusión de la ciudadanía, y este descontento se tradujo en impertinencia, al reclamar su lugar en esa parte de la humanidad que se olvidó de ellas, reclamaban a sus compañeros los mismos derechos políticos e ideales por lo que ellos habían luchado, nacía como dice Amelia Valvarcel “Feminismo, como un hijo no deseado de la Ilustración.”
En el momento en que de un modo organizado se analiza la realidad, se toma conciencia de que las situaciones desiguales producen discriminación y se establecen teorías que pretenden cambiar esa realidad, surge el feminismo como filosofía y como movimiento social.

Pero este Feminismo surgido tras la Ilustración también tuvo un gran olvido, el de las mujeres con discapacidad. Así que no nos quedó otra que seguir, casi tres siglos mas, tuteladas, sometidas e invisibles sin conciencia de grupo ni colectivo, y nos dimos cuenta que aún quedaba lugar al margen del margen para las personas que la sociedad consideraba sin la condición de ciudadanía: los incapaces.

Las mujeres incapaces de aquella época éramos recluidas en hogares, hospitales, iglesias o instituciones benéficas. Pero no estábamos solas, compartíamos encierro, pero no espacio obviamente, con hombres que también tardaron mucho tiempo en tomar conciencia de su situación.

Así llegó el siglo XX, el siglo de la modernidad, de la razón, de la fe en el progreso de la humanidad y del desencanto y la falta de fe en el relato religioso como explicación del mundo y de los males que en el habitan. Fue de nuevo una revolución, el momento en que muchos hombres consiguieron liberarse de pesadas etiquetas de castigo divino, de culpa y de resignación, Se hicieron fuertes y también impertinentes y cuestionaron el orden establecido y lo cambiaron y surgió el modelo social de la discapacidad, que comenzó a desarrollarse a partir de la segunda mitad del siglo XX. En esta época detrás de cada hombre con discapacidad había una mujer madre o esposa que lo alentaba y lo empoderaba y le hacía ver que era el hijo, o marido más capaz y maravilloso del mundo.

Y en esta época otra vez las mujeres vimos atónitas como el movimiento de la discapacidad se olvidaba de nosotras. Se cerraron los asilos y se vaciaron los conventos, pero nos quedaron los hogares donde éramos sobrecapacitadas para cuidar a los demás pero incapacitadas para gobernarnos a nosotras mismas.

Y otra a vez las mujeres con discapacidad nos tocó esperar, tuvo que pasar más tiempo, acabar el siglo XX y comenzar el XXI, para que poco a poco se empezara a hablar de género en las asociaciones de discapacidad, seguro que os acordáis no hace tanto, y fue por obligación por ley, por la Ley de Igualdad de Género, La ley de Prevención de la Violencia de Género. Ha costado, ha sido una labor dura y muy difícil hacernos escuchar y entender, en las organizaciones de la discapacidad recuerdo muchos compañeros que me decían ¿genero?, “de eso aquí no tenemos, ni nos hace falta…..”

Pero han pasado los años y curiosamente la palabra “genero” ha sido aceptada y ya no tenemos problema para usarla, los más reticentes acabaron por adoptarla y ahora no hay discurso que se precie que no tenga igualdad de género, perspectiva de género, paridad de género o violencia de género.

No cabe duda que las mujeres con discapacidad hemos conseguido el género, pero nos falta interiorizar el feminismo.
La palabra Feminismo sigue sin pronunciarse, sigue siendo impertinente y políticamente incorrecta, porque como todo lo que supone un cambio al orden establecido, cuanto menos es incómodo y no ha sido el género sino el feminismo el que nos ha cambiado, nos ha empoderado y nos ha librado de la imposición de la protección y el tutelaje que nuestras familias y la sociedad nos imponía.

El feminismo nos ha enseñado a tomar conciencia de nuestros cuerpos, a tener la capacidad para gobernarlos, a construir nuestras vidas, para ser lo que queramos ser y vivir como queramos vivir, en libertad sin estar condicionadas por la discapacidad, ni por nuestro sexo, ha surgido un nuevo modo de ver la vida desde la perspectiva feminista y de la discapacidad. Feminismo y discapacidad forman un peligroso binomio porque somos la herencia de millares de hombres y mujeres con discapacidad anulados, atacados, ridiculizados, vilipendiados, sometidos a prejuicios e intolerancias y que a pesar de ello supieron construir una ética y una ideología que se trasformó en una nueva sociedad más justa e igualitaria. Y somos también las herederas de millares de feministas que se rebelaron contra el poder establecido y lo cambiaron a riesgo de perder la vida y casi siempre la reputación.

Las mujeres con discapacidad siempre hemos tenido el mismo deseo que cualquier mujer del mundo, de ser madres de formar una familia, y no os cuento nada nuevo si os digo que lo tenemos más difícil para encontrar una pareja y mantenerla. Pero desde hace muy poco tiempo las mujeres con discapacidad solas que hemos querido ser madres hemos tenido la oportunidad gracias a la reproducción asistida, y gracias al estudios genéticos hemos tenido la oportunidad de saber si nuestro hijo podía tener nuestra discapacidad y hemos podido elegir según nuestro criterio personal, moral o religioso, cada una podía elegir el suyo y libremente decidir, la ley nos amparaba. Pero ahora de un modo que considero injusto e indecente en nuestro nombre y por nuestro bien se alzan personajes que en un delirio de megalomanía nos pretenden imponer su criterio moral, y decidir lo que nos conviene o no.

Y otra vez atónitas vemos como las leyes cambian con facilidad mientras que las costumbres se mantienen incólumes y retrógradas sin que ni siquiera percibamos que es así, y tiene que ocurrir algo extraordinario para que nos demos cuenta que no estamos donde pensábamos estar.

Esta reforma, que pretende en Sr Gallardón, los importantes recortes en la reproducción asistida, (de la que hemos sido prácticamente excluidas), el modo de hacerlo, este uso y manipulación que se hace en nuestro nombre es algo extraordinario que nos pone en un estado excepción, de emergencia moral,. Nadie, aunque tenga el poder para hacerlo, nos puede imponer sus convicciones religiosas y morales o interés político como fundamento de ley. porque constituye una vulneración a la libertad fundamental que tenemos de dirigir nuestras vidas y porque la decisión de ser madre corresponde a quien está en disposición de serlo, y solo nosotras podemos.

El próximo sábado 1 de febrero a las 12 de la mañana las mujeres con discapacidad feministas que no queremos seguir estando atónitas, estaremos en Atocha defendiendo el derecho que tanto nos ha costado conseguir. Y queremos que nos acompañéis porque en este tren cabemos todos.
 

Esther Osorio afiliada a la ONCE

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