Según las estadísticas, (ciudaddeMujeres.com) este año han muerto ya 34 mujeres, asesinadas por sus parejas o exparejas; 49 el año pasado; 216 en los últimos tres años, y cerca de 800, desde el año 2001 y no se cuantas otras más, en no se que cuantos otros años. Datos que estremecen, por la sangre vertida y por el sufrimiento que ha originado a las víctimas hasta el extremo de la muerte.
Lo cierto es que si por cualquier otras causas —accidente, catástrofe o terrorismo—, hubieran ocasionado ese número tan elevado de víctimas, la situación político-social sería insostenible y las bases del Estado temblarían. Pero parece que todo se entiende como normal; cosas que ocurren y no podemos consentirlo.
«La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión» dice el Preámbulo de la Ley Orgánica de Medidas de Protección contra la Violencia de género, de diciembre del 2004.
La ley contra la Violencia de Género ha cumplido más de ocho años, y por el número de víctimas —545 durante la vigencia de la ley, 61 muertes de media anual—, no está dando el resultado que se esperaba. Hay que seguir promoviendo medidas de protección a las víctimas que la piden y programas de prevención de actos criminales, dirigidos a las propias mujeres, los jóvenes, al entorno familiar y al conjunto de la sociedad para que tome conciencia de la dramática situación. Y de forma especial y singular, campañas dirigidas hacia los hombres, para erradicar, entre todos y todas, los comportamientos machistas de toda índole, como una de las grandes lacras sociales de nuestro tiempo. «Cuando haya manifestaciones de "indignadOs" contra el terrorismo machista, empezará su fin», dicen desde Ciudad de Mujeres. Estamos en ello.
Pero Rajoy, su ministra Mato y el gobierno del Partido Popular, no es que haga lo necesario, sino que hace lo contrario de lo que se precisa. No solo no previene ni protege, sino que desampara a las mujeres víctimas de los malos tratos. La Estrategia Nacional contra la Violencia de Género, elaborada por el Gobierno, como nos tiene acostumbrados, no ha contado ni con comunidades autónomas ni ayuntamientos ni asociaciones de mujeres ni con el Consejo General del Poder Judicial. Para reducir el número de víctimas, modifica los métodos de obtención de datos estadísticos, incluyendo sólo a aquellas mujeres que hayan estado hospitalizadas más de 24 horas. Maquillando las cifras, Ana Mato, quiere que el número de casos de terrorismo machista sea cero, puesto que «lo que no se nombra, no existe». Ejecutan políticas regresivas, como regresivos son ellos.
Todos los grupos políticos de la oposición parlamentaria, se oponen al cambio en el método de elaborar estadísticas. Desde la Izquierda Plural, Joan Coscubiela, ha alertado de que cuando un problema se invisibiliza, aumentan los riesgos de que vuelva a producirse. Es necesario que los datos estadísticos, recojan fielmente la realidad, no sólo el de las mujeres que han tenido que ser hospitalizadas más de 24 horas, sino que se incluyan otros indicadores, que den una imagen real de la magnitud del problema. El maltrato puede que no deje señales físicas en el cuerpo de la víctima. Un «tirón de pelo», la rotura de un brazo o una brecha, no necesitan hospitalización. «Si estos casos no son tenidos en cuenta de nada servirá nuestra lucha», afirma Purificación Causapié del PSOE.
Decía Francisco Bustelo en El País (6 de febrero de 2009), citando a Carl von Clausewitz, que la guerra es como «un acto de violencia para obligar al contrincante a cumplir nuestra voluntad». Es la misma circunstancia que en el caso de los actos de violencia machista contra las mujeres. Es un acto de violencia para obligar a la mujer a cumplir con la voluntad del maltratador. Hay que modificar criterios, conceptos y aptitudes, en base a los principios, valores y derechos de dignidad, seguridad, igualdad y libertad, lo contrario, supone minimizar la gravedad del problema que produce víctimas y se cobra vidas.
La violencia de género, el maltrato, el terrorismo machista, no solo son aptitudes sociales y culturales aprendidas, son también una manifestación más de la delincuencia de las mentes asesinas que matan a los más débiles, y como tales actos han de ser tratados. Un maltratador es un hombre desalmado, que aprovechando las circunstancias de relación y de su propia fuerza, ya sea intelectual o física, utiliza a la mujer, la considera su propiedad, la somete, le pierde el respeto como ser humano, despreciando y atacando sus más preciados dones: la dignidad y la vida misma.
Lo cierto es que los datos indican que los maltratadores, difícilmente corrigen sus hábitos. Hay que seguir insistiendo en los cambios de conductas machistas; en la prevención de actos criminales; y sobre todo proteger a la mujer víctima y al entorno familiar sometido. Sin ánimo de perder el respeto, sino todo lo contrario, mientras se sigan produciendo estos asesinatos machistas, hay que promover la campaña, dirigida a los maltratadores, para conseguir que se suiciden. Si, que se suiciden antes de cometer el delito. De esta forma, este año, estaríamos hablando de que 33 maltratadores se habrían suicidado y 33 mujeres estarían en la plenitud de su vida disfrutando.
- Extracto del artículo escrito por Víctor Arrogante - Publicoscopia.com
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