El discurso de la excelencia, de gran tradición en nuestra cultura, aún pervive. Es utilizado frecuentemente por machistas escondidos bajo la fórmula de paternalistas, galantes o seductores. Es el más viejo de los trucos. Se utiliza desde la Edad Media. Consiste en halagar a la mujer remarcando diferencias, cualidades que sólo ella tiene y, por lo tanto, es mejor que las conserve y no se “estropee” en asuntos que no le son propios. Un buen ejemplo es la típica frase: “Detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer”. Frecuente homenaje, dudoso elogio que, según el escritor uruguayo Eduardo Galeano reduce a la mujer a la condición de respaldo de silla. A las mujeres se las coloca siempre por debajo o por encima de la norma y nunca dentro de ella. Da igual la cuestión de la que se trate, sea una frivolidad o un tema de política de Estado Así, se utilizan frases como las mujeres son las más machistas; cuando una mujer es mala es peor que cualquier hombre; si es buena es una santa y si es una terrorista es la más sanguinaria de la organización.
Nuria Varela
Admiro a las mujeres que, con lo difícil que está la vida (y no hablo de economía) se dedican a teorizar y a lanzar verdades que quizás los hombres no lean. Las mujeres no somos malas, somos unas santas, yo las prefiero a los hombres porque te entienden rápido y son más intensas. Los hombres te tranquilizan con su simplicidad mental (a menos que sean de ciencias, economistas...los que reducen la realidad a cifras y tantos por ciento), pero, en algún momento se les escapa esa agresividad que llevan en los genes, justificada porque años ha iban a cazar, y tienen más testosterona...Son competitivos y por ésto promueven estas frases en contra del género femenino.
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