Las mujeres egipcias han sufrido una gran decepción. La primavera árabe no ha solucionado sus problemas y los Hermanos Musulmanes la han empeorado. El 99 por ciento de ellas han sido acosadas.
La caída de Mubarak generó grandes expectativas entre las mujeres, sin embargo tanto durante el gobierno militar de transición como durante el año en que han gobernado los Hermanos Musulmanes, con Morsi a la cabeza, su situación ha empeorado.
En 2005, en plena dictadura de Mubarak, se hizo famoso “el miércoles negro” cuando un grupo de matones pagados por el Ministerio del Interior violaron a numerosas mujeres. El hecho trascendió ya que algunas eran periodistas extranjeras como la reportera de la CBS, Lara Logan.
Al caer el dictador, en marzo del 2011, 17 mujeres fueron retenidas durante cuatro días sometidas a abusos de todo tipo. Pero por si esto no fuese poco, con la llegada de Mursi al poder, la violencia contra las mujeres se incrementó.
No quieren a las mujeres en el Parlamento ni en la calle, ni opinando y la forma de enviarlas a casa es abusando sexualmente de ellas. Pero estas mujeres siguen adelante, más organizadas y concienciadas.
La policía y los militares primero las acusaban y siguen acusando de acampar con los hombres en las plazas para después obligarlas a hacer la “prueba de la virginidad”.
Las fuerzas de seguridad negaban estas prácticas hasta que aparecieron videos de denuncia.
Amnistía Internacional así como otras organizaciones como OPAntiSH (plataforma contra el acoso sexual), Thrir Bodyguard, coordinada por la arabista española María Sanchez Muñoz, o Bassma fundada por la activista Nihal Saad Zaghloul han podido describir minuciosamente cómo grupos de hombres, perfectamente organizados, llevan a cabo estas agresiones: odean a las mujeres hasta separarlas del grupo que las acompañaba, les rasgan la ropa, las arrastraban a lugares más tranquilos y las violan con lo que tengan, con las manos, con objetos punzantes. Denuncian que la violencia es extrema y la duración del acto imprevisible.
Yasmine el Baramawi es un símbolo de lo que hay que desterrar de la sociedad egipcia. Su testimonio ha dado la vuelta al mundo: “Desde el primer minuto me encontré en mitad de 200 hombres, desnuda e indefensa. Me agarraron por todas partes, como si fuera un objeto. Un coche se detuvo a centímetros de su cabeza, aprisionando su pelo, atrapándola aún más en el infierno. Eso les ayudó a levantarme las piernas y penetrarme, mientras seguía tirada en el suelo. Sin parar de golpearme, me pusieron una capucha en la cabeza y me metieron en el coche, desnuda. Me llevaron a otro barrio, donde más hombres me rodeaban con cuchillos, con palos y con correas. La violación se prolongó otros 70 minutos”.
Dos meses después de lo ocurrido, los espectadores de la televisión egipcia Al Nahar tenían ante sus pantallas a esta mujer que relató serenamente la aterradora realidad.
Sin lugar a dudas, se trata de grupos muy bien coordinados que disfrutan de total impunidad. La periodista Haina Moheeb, violada en Tarhir, los califica de “matones a sueldo”
Sin embargo las autoridades siguen acusándolas a ellas. El Consejo de Shura, perteneciente al Parlamento Egipcio, afirmó que ellas eran las que provocaban mientras que el actual hombre fuerte del Ejército y del Gobierno, Abdel Fatah al Sisi, ha defendido públicamente esas pruebas de virginidad.
El propietario de la cadena de televisión Al Ummah, Abu Islam, llegó a declarar que las mujeres que acudían a la plaza Tahrir querían que las violaran, calificándolas de “demonios”.
En el último Parlamento dominado por los hermanos Musulmanes sólo un dos por ciento eran mujeres. De hecho en la Constitución redactada en 2012 sólo habla de ellas como amas de casa o “personas dependientes de otras”.
A pesar de tanta violencia e intimidación, la realidad es que ellas siguen organizándose para defender sus derechos en las comisarias, en los tribunales o en los medios de comunicación. Y siguen acudiendo a las manifestaciones aunque sus vidas corran peligro.
En Facebook se ha popularizado la campaña “la rebelión de las mujeres en el mundo árabe”, pero la periodista egipcia-americana Reem Abdellatif opina que “aunque el ciberactivismo pueda promover la democracia, en lugares como Egipto la mayor parte de la población no tiene acceso a internet”.
Azza Suleiman, abogada de 40 años, conocida por su defensa de los derechos humanos de las mujeres, se indigna ante la postura sistemática de la policía de acusar a las mujeres de “provocar” a sus maridos para que las golpeen. Denuncia que las activistas corren muchos peligros, “nos amenazan constantemente y cuando ya no saben de qué acusarnos dicen que trabajamos para Israel”.
La organización OPAntiSH afirma sin embargo que la “rebeldía de las mujeres va en aumento. No están dispuestas a callarse y no se van a dejar intimidar. Además muchos activistas hombres están con ellas ayudándolas y trabajando codo con codo”.
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