En plena tormenta eléctrica perfecta y con el juez Ruz registrando la sede del Partido Popular como si reventase el cuartel general de una organización mafiosa, repenalizar el aborto a toda prisa parece una salida de emergencia y una medida desesperada. Para el PP el aborto siempre ha sido como las víctimas del terrorismo. Cuando le hacen falta, las usa sin complejos. Cuando ya no las necesita, las abandona sin remordimientos.
La contrareforma llevaba tiempo bloqueada en Moncloa. Hasta Mariano Rajoy sabe que muchos de quienes le votaron en 2011 ni entienden, ni respaldan, reabrir un debate que había quedado cerrado para la gran mayoría. Solo le convenía a la ambición de un Ruíz Gallardón ansioso de hacerse perdonar sus postureos entre la derecha más extrema de su partido. Pero la necesidad siempre es la madre de la virtud en la lógica política "marianista".