lunes, 2 de diciembre de 2013

El derecho a vivir una vida libre de todos los tipos de violencia

Sara Díez | AFmedios
Violencia, discriminación y abusos de toda clase (desde los más sutiles hasta los que, muchas veces, terminan con la muerte o el asesinato), diariamente afectan a las mujeres de cualquier región del planeta, sin importar edad o condición social. Las mujeres son agredidas en ámbitos públicos como en privados, ya sea por extraños o, peor aún, son lastimadas por personas cercanas a ellas y, sobre todo, por aquellos que han jurado amarlas y respetarlas, es decir, por sus parejas o ex parejas.
“Se ve que tu marido te quiere mucho, siempre está al pendiente de ti, se preocupa por lo que haces y por dónde estás”… Esa fue la creencia con la que viví durante casi 20 años. Gente cercana, familia, amigos y algunos vecinos solían pensar que éramos un matrimonio “casi perfecto”. Yo misma estaba convencida que esa vida donde él decidía todo (hasta lo que yo debía comer) era lo más cercano al paraíso. Pensé que él lo hacía para no complicarme la vida, que las 15 llamadas al día para saber dónde estaba, qué hacía o con quién había hablado, así como su insistencia por mantenerme en casa y sin dinero, se debían a su eterna preocupación por esta servidora.
Si en aquellos ayeres alguien me hubiera dicho: “Eso que vives no es amor, es violencia”, jamás lo habría creído… es más, supongo que hasta me hubiera indignado con tal aseveración, sin embargo, esa era mi realidad. Tuvo que pasar mucho tiempo con un sinfín de experiencias que tuve que vivir, solo para darme cuenta, tristemente, que aquellas manifestaciones de “amor” no eran otra cosa que señales de alerta que anunciaban lo irremediable: me hundía poco a poco en una relación destructiva, al menos, destructiva para mí. Sí, estaba ciega y me negué a ver la única realidad que en cada acto me rodeaba: mi flamante marido era un controlador que abusaba de mi baja autoestima, de mi tendencia a la sumisión, de mis creencias y de mi afán por mantener “un matrimonio perfecto” a toda costa y, además, me hacía sentir culpable por todo y por nada.
Mi nombre es Sara Díez, y actualmente me dedico a difundir información que sirva para prevenir y alertar, a las mujeres principalmente, sobre los graves efectos de la violencia de género, en especial la que se padece dentro de una relación de pareja. Mi experiencia personal, como la de muchas mujeres, es solo un reflejo de lo que sucede día a día de forma creciente y causando estragos a nivel mundial.
La mayoría de las veces los abusos dentro de la pareja son imperceptibles, ya que suelen disfrazarse o confundirse con otras sensaciones como amor, celos o preocupación. Además, no todo el mundo tiene conciencia de los distintos tipos de violencia que existen y de cómo el agresor puede maltratar a la mujer sin necesidad de ponerle una mano encima. Generalmente ejercen la denominada violencia psicoemocional, a través de diversas manifestaciones donde lentamente desvalorizan a la mujer hasta anularla por completo, pero existe otra agresión con efectos devastadores para la víctima y para sus hijos e hijas: la violencia económica.
Así es, la violencia psicológica, la emocional y la económica son especialmente dañinas, pues no dejan marcas físicas, pero son letales y muy perjudiciales para la dignidad y la integridad emocional de las mujeres y de sus hijos.
Los abusos cotidianos y la violencia, del tipo que sea, causan serios efectos en la salud emocional y física de quien padece día a día los chantajes, las descalificaciones, los insultos, las amenazas, las prohibiciones, el aislamiento, el control, los abusos económicos, los empujones, las cachetadas, los golpes, la desvalorización, la violencia sexual, entre otras variadas manifestaciones que suelen durar años debido a que, recurrentemente, la violencia se normaliza, se justifica y se minimiza. Sin embargo, no debemos olvidar que la violencia es violencia, ya sea sutil, psicológica, física, económica, sexual, feminicida o cualquier abuso que implique una transgresión a los derechos más fundamentales. Tampoco debemos olvidar que ninguna mujer tiene la obligación de tolerar ningún acto de agresión, por “mínimo” que sea. Por el contrario, todas las mujeres tenemos derecho a vivir en una sociedad donde NO se nos agreda, donde NO se nos discrimine y donde nuestros derechos sean reconocidos, respetados y protegidos.
Y para fundamentar lo que muchas hemos vivido y lo que muchos se niegan a reconocer, en un reciente informe de la ONU se indican los impactos que tiene en la mujer la violencia ejercida por sus parejas. Por ejemplo:
• El 38% de todas las mujeres asesinadas fueron asesinadas por sus parejas, y el 42% de las mujeres que han experimentado violencia física o sexual a manos de su pareja resultaron lesionadas.
• La violencia conyugal contribuye de manera importante a los problemas de salud mental de las mujeres, en tanto las mujeres que han sufrido violencia de pareja tienen casi el doble de probabilidades de sufrir depresión en comparación con las que no padecieron ningún tipo de violencia.
• Mujeres que sufren violencia de pareja son casi dos veces más propensas a tener problemas con el uso del alcohol.
• Mujeres que sufren violencia de pareja física y/o sexual tienen 1,5 veces más probabilidades de contraer sífilis, clamidia o gonorrea. En algunas regiones tienen 1,5 veces más probabilidades de contraer el VIH.
• Tanto la violencia de pareja y la violencia sexual de personas que no son pareja se asocian con el embarazo no deseado. Las mujeres que sufren violencia de pareja física y/o sexual tienen el doble de probabilidades de tener un aborto que las mujeres que no sufren este tipo de violencia.
• Las mujeres que sufren violencia de pareja tienen un 16% más de probabilidades de tener un bebé de bajo peso al nacer.
Los datos anteriores demuestran que la violencia contra las mujeres es extremadamente frecuente, sobre todo, a manos de sus parejas o ex parejas. Esto significa que una mujer, de cualquier lugar del mundo, corre más peligro de perder la vida en su propia casa que por tener un accidente o padecer cáncer. Sin excepción, todos los países necesitan invertir y actuar de manera urgente en la prevención y en la atención de las graves consecuencias que causa esta lacra social.
¿Pero… qué pasa en México? En México, el problema sobrepasa los límites de la cordura y, aún así, hay quienes ignoran, minimizan y hasta descalifican la incalculable magnitud de la violencia contra las mujeres. La impunidad es otro factor que ha fomentado el aumento y el salvajismo de este problema.
No existen cifras oficiales, pero se estima que seis de cada 10 mujeres en México, han sido víctimas de algún tipo de violencia (Encuesta ENDIREH 2011). Del total de mujeres de 15 años y más, 46 por ciento sufrieron algún incidente de violencia de pareja a lo largo de su actual o última relación, 42 por ciento de las mujeres de 15 años y más declaró haber recibido agresiones emocionales en algún momento de su actual o última relación de pareja y 62.2 por ciento sufrió alguna agresión de pareja en el ámbito comunitario, escolar, laboral o en el espacio laboral y de pareja.
Hace unos días, la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, dijo: “Todos los días se está agrediendo a una mujer, al interior del hogar hasta la trata o el feminicidio, que son las formas más extremas, o bien, a través de la violencia institucional (…) El día en que la sociedad asuma estas violencias con la misma indignación que las otras habremos dado un paso adelante”. Además, dio a conocer que la violencia contra las mujeres le cuesta a México 2 por ciento del Producto Interno Bruto, por lo cual urge prevenirla, erradicarla y sancionarla.
Pero no queda ahí, existen otros efectos devastadores para las mujeres que viven violencia de pareja. Según un estudio de la ONU, actualmente se ha disparado 400% la cifra de mujeres encarceladas en México. Dicho estudio muestra cómo la violencia en las relaciones o los matrimonios puede conducir a la coacción para cometer delitos como el robo, el fraude con cheques, el robo, el robo de artículos, la prostitución, la venta de drogas o asesinato. Algunas mujeres están encarceladas como resultado de su relación con los involucrados en un comportamiento ilegal. Se le hace llamar el “problema de la novia “, donde las mujeres son a menudo atrapadas en los delitos de su pareja, al participar mínimamente, o no, en los delitos.
Indudablemente, la violencia de género ha sido, y sigue siendo en muchas partes del mundo, un delito oculto, invisible e impune. Parece utópico que algún día pueda alcanzarse la eliminación de la discriminación, de los abusos y de la violencia que se ejerce de forma cotidiana en contra de las mujeres, tanto en ámbitos privados como públicos, para dar paso dar paso a una cultura de equidad, de respeto y de justicia.
No obstante, el 25 de Noviembre se conmemora, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Sabemos que no es un día para celebrar absolutamente nada, por el contrario, es una oportunidad para reflexionar y recapacitar sobre nuestra responsabilidad que, como sociedad, debemos asumir. Tristeza, impotencia y coraje son las sensaciones que se respiran, debido a la exacerbada dimensión que ha tomado esta problemática, sin que se asome ninguna señal de justicia ni de voluntad verdadera para comenzar a erradicar esta lacra social, pero este día es una ocasión para exigir a las autoridades de todos los países para que cumplan con sus funciones y para que garanticen de forma efectiva la seguridad y protección de uno de los sectores más vulnerables de la sociedad: las mujeres.
Hombre, esta lucha en contra de la violencia no solo es de mujeres, sino también de hombres, lo que implica erradicar estereotipos y educar a toda la sociedad para lograr un cambio cultural.
Mujer, te invito a reflexionar, para admitir que la lucha por defender nuestro género es una necesidad imperante. Alcemos la voz para que ningún abuso ni ningún tipo de violencia se tolere ni se justifique. Solidaricémonos para que nuestros derechos sean respetados, principalmente, el derecho a vivir una vida libre de todos los tipos de violencia. Tal vez conozcas a alguien que vive en situación de riesgo, y ni siquiera se ha dado cuenta… ¿o serás tú misma?…
¡¡CONCIENTÍZATE!!
Fuentes:

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