“Debo proteger los derechos humanos y eso incluye a la mujer. Lucho para que tengan las mismas oportunidades que los hombres”. Lo sostiene Ruth Buendía, presidenta de la comunidad indígena Central Asháninka del río Ene (CARE). Las mujeres indígenas de la Amazonía peruana a las que representa no han recibido una educación basada en la igualdad, ya que sus padres les han casado con apenas 12 años, desvinculándose de toda responsabilidad y trasladándoles la carga de tener hijos siendo casi unas niñas.
Buendía se encarga, desde su organización, de dar las herramientas y el conocimiento necesario para mentalizar a unos y a otros del urgente cambio social. En su reciente visita a Madrid, con una túnica marrón y la cara pintada cuidadosamente con puntos y rayas rojas formando un dibujo étnico, comienza a hablar sobre su tarea por la dignidad de la mujer con el entusiasmo propio de quien puede cambiar las cosas.
Considerada por este diario como uno de los 100 personajes más influyentes del mundo en 2012, y condecorada con la Orden al Mérito de la Mujer de Perú, Buendía se presentó para la presidencia de la organización en 2005 con el fin de demostrar a los hombres que las mujeres pueden hacer “muchas cosas” y “mover cielo y tierra para salir adelante”. A pesar de las críticas por su juventud y su sexo, continúa hoy al frente tratando con gobiernos locales y regionales para lanzar proyectos que incluyan a las mujeres. “Hay mucho machismo por la falta de educación y por la mentalidad equivocada de que nosotras carecemos de capacidades”, explica quien ha demostrado una indiscutible valía. “Desde que lidero la organización, la mentalidad está cambiando y las mujeres están siendo elegidas para cargos importantes”, añade orgullosa.
El Instituto Nacional de Estadística e Informática de Perú indica que 122.000 mujeres ocupan puestos de dirección, un gran avance para esta dirigente, que anima a que se siga este camino hasta alcanzar la equidad de género. “Las mujeres tenemos la seriedad de conducir la sociedad hacia la solidaridad y la reciprocidad”, afirma con rotundidad mientras se acomoda en el sofá rojo de terciopelo de una de las salas del Senado, la de los pasos perdidos. No obstante, distingue entre las mujeres que representan a los grandes empresarios, entre las que cita a la presidenta de Argentina Cristina Fernández Kirchner, “una política y empresaria muy preparada”, y aquellas que defienden a los grupos más vulnerables como ella. Siempre cerca de los más indefensos.
“Nosotras luchamos contra los políticos capitalistas. Es importante tener mujeres en el poder pero también deberíamos tener más diálogo con ellas para que, a la vez que se produce un aumento del desarrollo, haya también una mayor integración de la mujer”, aclara mientras denuncia que en Perú haya parlamentarias que al llegar al poder, se olviden de los derechos y las necesidades del pueblo. Cabe recordar que aunque el 42% de América Latina está gobernada por mujeres, tan solo el 52% de las ciudadanas participan activamente en el mundo laboral y casi el 32% no tiene ingresos propios.
Aunque Buendía apuesta por la mujer, considera que es imprescindible contar con los hombres para llegar a una verdadera igualdad. “El hombre es un aliado más para poder conseguir el desarrollo de nuestra sociedad”, asegura moviendo las manos con firmeza. Por ello, siente una profunda preocupación ante la alerta de la Organización Mundial de la Salud de que la violencia machista haya adquirido proporciones epidémicas, ya que una de cada tres mujeres la ha sufrido. Buendía culpa a la falta de moral como causa de este problema creciente. “El que ejerce violencia contra una mujer es más ignorante que un analfabeto”, dice con tono serio. Es a ellos también a los que se dirige con las leyes del aborto: “Se debería tener una ley más drástica para los padres, haciéndoles responsables y exigiéndoles que ayudaran a la mujer”.
La líder indígena, sin embargo, se muestra contraria al método que eligieron las activistas de Femen en el Congreso para protestar por la Ley del Aborto y pide pudor: “Es indignante que la mujer reclame algo desnuda. Para el pueblo Asháninka es una vergüenza. Solo se debe dialogar con los que crean las leyes”.
Madre soltera con 17 años, Buendía supo desde muy joven que debía y podía mantenerse ella sola. Debido a la violencia social que su familia sufría y el abandono institucional al que les sometían, se vio obligada, con tan solo 12 años y recién asesinado su padre, a huir con su madre enferma y sus hermanos pequeños. Al preguntarle, baja inconscientemente la cabeza y pierde la mirada entre sus recuerdos. “Tomé una decisión muy dura pero los grupos militares y a los asháninkas han atendido a mi madre. Desde entonces, siento que me han dado la mano y es lo que me fortalece. Esto retribuyendo a mi pueblo este empuje que he recibido”.
Por: Carolina Góngora
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