Han pasado casi diez años desde la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y, durante este tiempo, 700 mujeres que deberían estar vivas han sido asesinadas por hombres con los que mantenían o habían mantenido una relación afectiva. Lejos de reducirse el problema, la situación no sólo se perpetúa, sino que se agrava, alcanzado a mujeres cada vez más jóvenes.
El porcentaje de mujeres que ha sufrido maltrato alguna vez en su vida representó el 10,7% de la muestra de la Macroencuesta del Instituto de la Mujer. Además, son las mujeres de entre 25 y 29 años y las de 40-44 años las que declara haber sufrido maltrato con más frecuencia. El 21,3% de las víctimas de violencia de género que llamaron el año pasado al 016 tenían entre 18 y 30 años. Seis de cada diez chicas reciben mensajes con insultos machistas de sus novios y amigos de su pandilla a través de llamadas, WhatsApp y Tuenti, según un estudio promovido por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. La Fiscalía de Menores alerta de que aumentan las causas judiciales por razones de violencia de género en adolescentes de entre 15 y 17 años. La Fiscalía de Menores alerta de que aumentan las causas judiciales por razones de violencia de género en adolescentes de entre 15 y 17 años. A ello se añade que una de cada diez universitarias reconoce haberse sentido obligada a conductas de tipo sexual en las que no quería participar o han visto difundidos mensajes, insultos o imágenes por internet sin su permiso.
El machismo se perpetúa y la sociedad parece inmune ante este problema. En el barómetro del CIS de 2012, sólo para el 0,6% de las personas encuestadas la violencia contra las mujeres constituía uno de los tres principales problemas de España. El porcentaje de denuncias no realizadas por las propias mujeres es mínimo, pero, además, un 36% de las mujeres que, padeciendo violencia, no la denuncian porque ven que no se concede la suficiente importancia al maltrato recibido.
El acoso y la violación, otras formas de agresión
Además del maltrato, las mujeres tienen que hacer frente a otras formas de agresión. Cuando una mujer es violada o acosada sexualmente acaba cayendo sobre ella la responsabilidad del delito y cuando denuncia los hechos sabe que su vida privada va a ser expuesta y juzgada. Cuando es maltratada, además de miedo y dolor, siente vergüenza y culpa y recibe la recriminación de la familia de sus pareja o expareja. Cuando intenta salir de su situación, padece la violencia institucional que supone la falta de recursos y medios apropiados para su reparación. Y cuando las mujeres maltratadas se unen para levantar su voz y denunciar estos hechos son silenciadas mediáticamente, como ha sucedido con la huelga de hambre que han llevado a cabo durante un mes en la Asociación Ve-laluz.
Nos están matando. Y esto que para las feministas es muy grave, para el mundo no lo es tanto. Nos empeñamos en dimensionar el fenómeno a través de unas cifras que deberían espantar y, sin embargo, estás hacen poca mella. Y es que las formas de machismo instituidas taponan toda percepción de igualdad de las mujeres y los hombres ante la vida. La consideración de objeto y la cosificación que durante siglos se nos ha infringido a las mujeres establece ciertos esquemas mentales de aceptación de lo inadmisible. Las mujeres han sido agrupadas dentro de un marco mental en el que se las otorga un carácter desechable. Cuando estos esquemas mentales cristalizan socialmente, las cifras no tienen ninguna autoridad. Pero las tienen menos aún en un contexto socio-político que está operando desde el paradigma de la desigualdad. Y el Estado, que debería ser el encargado de procurar la igualdad en todos los sentidos, ha apostado por la desigualdad en general y por la de género en particular.
Desde 2010, España ha bajado del puesto número 11 al 30 en el ranking de igualdad del Informe sobre brecha de género del Foro Económico Mundial. La política de recortes del Ejecutivo actual fomenta la desigualdad, caldo de cultivo de la violencia. La partida destinada a la de prevención y erradicación de la violencia de género se ha reducido un 22,5% respecto a 2008, mientras se han aprobado leyes como la de Educación, en la que se financia estatalmente a colegios que segregan por sexos y suprime asignaturas como la de la Educación para la Ciudadanía. Pero está visto que el intento de este Gobierno es el de meter a las mujeres en casa. La reforma laboral y los recortes impuestos a la dependencia mostraron claramente esta tendencia.
Además, se reprime cualquier crítica y se asfixia financieramente a las organizaciones feministas. Junto a ello, se cuestiona la libertad, voluntad y credibilidad de las mujeres con propuestas de reformar leyes anteriores como la del aborto o se hacen nuevas reformas como la de la Administración Local que pone en serio peligro la atención desde los Ayuntamientos, primera instancia de ayuda a las mujeres. Se está desmantelando la red de protección y asistencia. Hay centros de atención que se han cerrado, lo mismo que puntos de encuentro. Y frente a esto —y para "lavarse la cara"—, el Gobierno anuncia una Estrategia nacional contra la erradicación de la violencia contra la mujer, cuyo texto concluye que "anualmente se procederá a las actualizaciones, si procediera, de los créditos asignados cuya efectiva ejecución estará condicionada a las existencia de crédito adecuado y suficiente, y, en todo caso, al cumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera".
El machismo se perpetúa y la sociedad parece inmune ante este problema. En el barómetro del CIS de 2012, sólo para el 0,6% de las personas encuestadas la violencia contra las mujeres constituía uno de los tres principales problemas de España. El porcentaje de denuncias no realizadas por las propias mujeres es mínimo, pero, además, un 36% de las mujeres que, padeciendo violencia, no la denuncian porque ven que no se concede la suficiente importancia al maltrato recibido.
El acoso y la violación, otras formas de agresión
Además del maltrato, las mujeres tienen que hacer frente a otras formas de agresión. Cuando una mujer es violada o acosada sexualmente acaba cayendo sobre ella la responsabilidad del delito y cuando denuncia los hechos sabe que su vida privada va a ser expuesta y juzgada. Cuando es maltratada, además de miedo y dolor, siente vergüenza y culpa y recibe la recriminación de la familia de sus pareja o expareja. Cuando intenta salir de su situación, padece la violencia institucional que supone la falta de recursos y medios apropiados para su reparación. Y cuando las mujeres maltratadas se unen para levantar su voz y denunciar estos hechos son silenciadas mediáticamente, como ha sucedido con la huelga de hambre que han llevado a cabo durante un mes en la Asociación Ve-laluz.
Nos están matando. Y esto que para las feministas es muy grave, para el mundo no lo es tanto. Nos empeñamos en dimensionar el fenómeno a través de unas cifras que deberían espantar y, sin embargo, estás hacen poca mella. Y es que las formas de machismo instituidas taponan toda percepción de igualdad de las mujeres y los hombres ante la vida. La consideración de objeto y la cosificación que durante siglos se nos ha infringido a las mujeres establece ciertos esquemas mentales de aceptación de lo inadmisible. Las mujeres han sido agrupadas dentro de un marco mental en el que se las otorga un carácter desechable. Cuando estos esquemas mentales cristalizan socialmente, las cifras no tienen ninguna autoridad. Pero las tienen menos aún en un contexto socio-político que está operando desde el paradigma de la desigualdad. Y el Estado, que debería ser el encargado de procurar la igualdad en todos los sentidos, ha apostado por la desigualdad en general y por la de género en particular.
Desde 2010, España ha bajado del puesto número 11 al 30 en el ranking de igualdad del Informe sobre brecha de género del Foro Económico Mundial. La política de recortes del Ejecutivo actual fomenta la desigualdad, caldo de cultivo de la violencia. La partida destinada a la de prevención y erradicación de la violencia de género se ha reducido un 22,5% respecto a 2008, mientras se han aprobado leyes como la de Educación, en la que se financia estatalmente a colegios que segregan por sexos y suprime asignaturas como la de la Educación para la Ciudadanía. Pero está visto que el intento de este Gobierno es el de meter a las mujeres en casa. La reforma laboral y los recortes impuestos a la dependencia mostraron claramente esta tendencia.
Además, se reprime cualquier crítica y se asfixia financieramente a las organizaciones feministas. Junto a ello, se cuestiona la libertad, voluntad y credibilidad de las mujeres con propuestas de reformar leyes anteriores como la del aborto o se hacen nuevas reformas como la de la Administración Local que pone en serio peligro la atención desde los Ayuntamientos, primera instancia de ayuda a las mujeres. Se está desmantelando la red de protección y asistencia. Hay centros de atención que se han cerrado, lo mismo que puntos de encuentro. Y frente a esto —y para "lavarse la cara"—, el Gobierno anuncia una Estrategia nacional contra la erradicación de la violencia contra la mujer, cuyo texto concluye que "anualmente se procederá a las actualizaciones, si procediera, de los créditos asignados cuya efectiva ejecución estará condicionada a las existencia de crédito adecuado y suficiente, y, en todo caso, al cumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera".
Begoña Marugán, socióloga de la Secretaría de Mujer de FSC-CCOO. www.fsc.ccoo.es
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