La portada de El Jueves en la que se puede ver una caricatura del rey sonriente en la cama apretando un pecho de una mujer desnuda, aturdida y con los ojos vendados, con el titular “El Rey se folla a la justícia” usa todos los recursos del humor machista casposo. La imagen no puede ser más denigrante para las mujeres —y vergonzante para los hombres de izquierdas y anticapitalistas—, está al nivel de la publicidad ultra-sexista de las multinacionales del textil en la que muestran a la mujer sometida por la fuerza, en escenas que tratan de insinuar sutilmente una violación, pero lo parece explícitamente.
A nivel discursivo, el titular simplemente refuerza la carga degradante que el sentido común capitalista le atribuye al sexo. Expresiones como follarse a alguien o a algo, en un sentido peyorativo, proyectan una moralidad contra el sexo propia de la iglesia católica del S.XV. Es un grave problema político para una publicación que quiere ser de izquierdas usar el sexo como un recurso denigrante, siempre situando el papel de la mujer como sumisa al hombre.
El caso de la revista Mongolia es especialmente peligroso, porque entre toda esta niebla de ironias y sarcasmos con intenciones de izquierdas, aunque difusas, de izquierdas, ha asomado un machismo tan explícito como el peor de El País, el Hola o Intereconomía. Esto es preocupante.
Esta revista ha sacado portadas con titulares como “Una, Grande y Puta ...y ramoneta” o, directamente, “Hija de puta” sobre la foto de la infanta Elena, entre otros ejemplos de sexismo. La sátira política brilla por su ausencia aquí, donde el recurso es usar los insultos sexistas de toda la vida. Es decir, reproducir la misma degradación de las mujeres en la que el sistema tanto insiste para ahondar la división de género de la clase trabajadora.
Esto motivó a una lectora no habitual de la revista a mandar una carta criticando el lenguaje sexista de sus autores, y animándoles a usar en sus redactados el plural femenino referido a las personas. La respuesta a esta carta fueron, en primer lugar, bromas evasivas. Esto es típico de las nuevas o contemporáneas formas de sexismo, como quitarle importancia al asunto, negarlo o mirar hacia otro lado. En segundo lugar, se desata en la respuesta un machismo rudo y cavernícola cuando Eduardo Bravo y Eduardo Galán, dos de los autores de la revista, invitan a la lectora a “chuparles el rabo” a uno y “la polla” al otro —jugando con el género de los sustantivos. Aqui no sirve ya el disfraz de humorista para esconder actitudes machistas clasificables de abuso y violencia.
Reluce una grave falta de experiencias sexuales libres. En estos insultos se instrumentaliza el placer —para los hombres— de libremente comer coños o dejar que te chupen el rabo. Sólo alguien torpe usaría un violín de matamoscas.
Es la clásica reproducción de los valores heterosexuales del porno, de sumisión de la mujer hipersexualizada al hombre hipermasculinizado. Estos valores sexuales que construye el porno están tan lejos de la sexualidad natural de las personas que tratar de encajar con este constructo antinatural crea complejos que pueden minar las relaciones íntimas y la propia sexualidad. La existencia de la prostitución muestra —entre muchas otras cosas— la incapacidad de los hombres, en detrimento de las mujeres, de mantener relaciones sexuales satisfactorias dentro de los estándares que dicta la sexualidad capitalista.
Después de que en las redes sociales mucha gente se hiciera eco del despropósito, exigiendo rectificaciones, la Revista Mongolia publicó en su muro de Facebook: “Feministas tontorronas nos amenazan de muerte. Bien, pero primero que nos limpien la casa”.
Todo este tipo de reacciones a las críticas revelan una clara ortodoxia machista incapaz de transformar sus ideas aprendiendo de lo que sucede en el entorno. Más bien es todo lo contrario porque reproducen los roles de la masculinidad que impone el sistema. Por lo tanto refuerzan la división de género de la que el capitalismo tanto partido saca en forma de la doble explotación de las mujeres: la productiva en el trabajo -con menor salario-, y la reproductiva en el mantenimiento y crianza de la fuerza de trabajo.
El humor, para ser de izquierdas, debería ser capaz de dar la vuelta a los estereotipos y roles sexistas y patriarcales que nos asigna el sistema capitalista
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