lunes, 1 de julio de 2013

Teresa Claramunt, la feminista revolucionaria

Teresa Claramunt
Teresa Claramunt nunca consideró que hiciera en su agitada vida nada extraordinario. La bondad de su idealismo anarquista con todo cuanto había realizado en su vida, consideraba que estaba bien recompensado.
Nace el cuatro de junio de 1862 en Sabadell. Aquí hay una polémica entre historiadores sobre el lugar de nacimiento, pues unos hablan de Sabadell y otros en Barbastro (Huesca). La confusión viene debida a que a la edad de tres años sus padres se trasladan a vivir a Barbastro. 
Según consta en el libro parroquial de la iglesia de San Félix de Sabadell, donde nace Teresa Claramunt conocida como “la virgen roja barcelonesa” o para los franceses “la Louise Michel espagnole”. 
Su padre era Ramón Claramunt republicano federal aunque católico. Su oficio era el de mecánico montador de hilatura. Su madre era Joaquina Creus, mujer de gran carácter, cuestión que también heredaría Teresa. Fruto de este matrimonio fueron cinco hijos, María y Teresa que nacieron en Sabadell y sus otros tres hermanos José, Ángel y Purificación que nacieron en Barbastro. 
Su padre Ramón llegó a ser alcalde de Barbastro y coronel de las milicias republicanas durante la I República española. 
Teresa Claramunt permanece en Barbastro hasta el año 1875, para posteriormente regresar a Sabadell, donde su familia permanecerá hasta el año 1884,  trasladándose posteriormente a Alcoy. Sin embargo, Teresa permanecerá en Sabadell pues ya tenía veintidós años. 
Su educación fue elemental, que era lo que se daba a finales del siglo XIX en el país a la clase trabajadora. Sus padres creían que era un peligro para la mujer saber leer y escribir. Teresa que era de carácter inquieto y rebelde, se da cuenta de la importancia de la educación, mostrando grandes inquietudes por aprender a leer y escribir. 
Estaba dotada de una gran  inteligencia natural. Lo que le permitía entender rápidamente las cuestiones y problemas que tenía en la vida. Federica Montseny le definía de esta forma: 
“Teresa Claramunt era la mujer obrera, la mujer que representaba a la clase obrera, porque además la representaba muy bien: era guapa y bien plantada, tenía una voz impregnante, una voz que atraía de seguida. Se distinguió como una figura excepcional de mujer obrera, sin una gran cultura, pero con una inteligencia natural”.

Rápidamente Teresa se vuelca en las cuestiones sociales de la época. Es el momento histórico en el que surge el capitalismo, al amparo de la revolución industrial y de las teorías políticas del liberalismo. Las premisas de este liberalismo eran la defensa de la propiedad privada de los medios de producción, la libertad de mercado donde lo fundamental será la obtención del lucro, que significa la acumulación cada vez mayor de la riqueza en manos de unos pocos a costa de la miseria de los trabajadores.

Los nuevos trabajadores vivían en situación de miseria material, moral y cultural. De esta situación merece la pena destacar el régimen de trabajo muy duro que sufrían, con jornadas de doce horas diarias, carecían de cualquier tipo de seguro, sufrían fuertes multas sino cumplían con su trabajo, tenían amplios periodos de paro sin ningún tipo de subsidio, lo que significaba su miseria y muerte. Por este trabajo salvaje se recibían salarios muy escasos.   Las mujeres y los niños trabajaban todavía en situaciones de semiesclavitud.

Teresa Claramunt contrajo matrimonio civil con Antonio Gurri, que ya era viudo de veintisiete años, compañero de las luchas obreras. El semanario anarco colectivista “Los Desheredados” de Sabadell comenta de la siguiente forma este matrimonio:

“Reunidos  los miembros del Grupo de la Liga Anticlerical Monty y Tognelli, con algunos amigos el sábado próximo pasado, celebraron con una velada vocal e instrumental el matrimonio civil de nuestros amigos Antonio Gurri y Teresa Claramunt”.

Este matrimonio no duró mucho y fruto del mismo fue una hija, que le pusieron en nombre de Proletaria Libre. Esta niña vivió poco. Era habitual que los sectores progresistas no se utilizaran los nombres católicos. Esto era practicado en aquellos momentos por los sectores políticos republicanos y anarquistas.

Se le conocen cinco hijos, a dos de los cuales puso como nombre Acracia y Denuedo. Tuvo varios matrimonios y relaciones. Estuvo casada con José López Montenegro y tuvo relaciones con Juan Bautista Esteve conocido con el seudónimo de “Leopoldo Bonafulla”. Así describe Federica Montseny su vida:
“Teresa pasó la mitad de su vida en la cárcel y la otra mitad por caminos y carreteras sembrando a manos llenas la idea entre los humildes, los iletrados, los más pobres y desvalidos. Teresa tuvo aún tiempo, en medio de esta vida de lucha y sacrificio increíble, de parir a cinco hijos, de los cuales no le vivió ninguno, y varios de ellos fueron nacidos en la cárcel”.

Su labor en defensa de los trabajadores se desarrolló en Sabadell, que era un importante núcleo industrial donde sobresalía la industria textil de hilatura y tejidos de lana y algodón. Como ciudad industrial se desarrollaba en ella el liberalismo en las clases dirigentes, al mismo tiempo que entre las clases trabajadores se asentaban las ideas avanzadas del federalismo internacionalista y los movimientos obreros.

Con la llega a Sabadelll de Guisseppe Fanelli, miembro de la Federación Internacional de Trabajadores (AIT), hizo que amplios sectores del republicanismo y del anarquismos se apuntaran al movimiento.

Teresa Claramunt con muy poca edad empezó a trabajar en la fábrica de Vicenc Planas durante su juventud. En esa fábrica tomó conciencia de la situación en que vivían los trabajadores. Se lanza con veinte años a la defensa pública de los trabajadores y se convierte en una de las líderes de la llamada “huelga de las siete semanas”.
Para entender esta huelga que marcaría la trayectoria de Teresa, hay que analizar el Congreso de la Federación de Trabajadores de la región Española, que se celebró en Sabadell del uno al tres de julio de 1882. Se analizó la resistencia a desarrollar contra el capitalismo, la solidaridad entre los trabajadores y la lucha para conseguir la jornada de ocho horas. Esta demanda de ocho horas fue considerada utópica. por lo que demandaron la de las diez horas. Podemos leer un panfleto de la época:

“Compañeros es muy justo que nosotros disfrutemos también como el industrial disfruta de los adelantos en la industria por medio de la ciencia, y es justo que sea el descanso para nuestra instrucción el premio a que aspiramos; así que de nuevo os invitamos a que meditéis que sólo nosotros sabemos las grandes fatigas que pasamos y la necesidad que tenemos de que se nos mire como hombres y no como máquinas”.

Esta huelga movilizó a once mil trabajadores, pero fue sofocada por la violenta represión del Somatén, que hizo volver a los trabajadores a las fábricas.   Se saldó el conflicto con unos 250 despidos, entre ellos la propia Teresa Claramunt. Consecuencia de esta huelga fue un empeoramiento de las condiciones de vida, así como la prohibición del asociacionismo obrero un endurecimiento de las posturas de la patronal.

Esto conllevó a una reflexión profunda de los movimientos anarquistas, haciendo que pasarán de un anarquismo teórico a otro mucho más activo. 

Es en el Centro Obrero de Sabadell  donde Teresa se sintió atraída por las ideas anarquistas. Así contesta en una conversación con Francisco Madrid:

“Fue usted anarquista des de el primer momento

¡Oh no! Incluso la primera vez que oí hablar del anarquismo me sonreí; sospechando que cuando podía decir sería una utopía, pero al momento de escuchar las palabras de Francisco Abayá y Jaime Torrens en el centro obrero de Sabadell, quedé convencida y afiliada al anarquismo”.

Teresa se convierte  en una de las dirigentes anarquistas de Sabadell y empieza a distinguirse por la brillantez de sus discursos, convirtiéndose en una de las oradoras más elocuentes de esta  época convulsa. De esta forma, se dedica a la lucha para conseguir una sociedad más justa, libre y solidaria.   Además participa en la creación de la organización feminista del anarcosindicalismo e impulsó en el año 1892, la primera sociedad feminista española, la Sociedad Autónoma y Mujeres de Barcelona.

En el año 1888, Teresa junto a su marido  Antonio Gurri emigraron a Portugal, debido a que no encontraban trabajo y a la violencia que existía en Sabadell por parte de los empresarios, apoyados por el Somatén. Permaneció en Portugal dos años y se sabe que colaboró con los grupos anarquistas del país.

Regresa a España, siendo ya muy conocida por la policía española. Su prestigio  era muy importante en amplias capas de la población y muchas veces la policía la detenía con la finalidad de tenerla muy intimidada. En el año 1891, se produce el atentado  del Centro del Liceo de Barcelona, que era un símbolo de la cultura burguesa barcelonesa. En dicho atentado, el anarquista Santiago Salvador arrojó dos bombas en la platea de este teatro, causando veinte muertos y una gran cantidad de heridos y fue como venganza por la ejecución del anarquista Paulino Pallás, que había participado en el atentado del general Martínez Campos. Teresa fue inmediatamente detenida, pero no tardó en ser liberada porque no tenía nada que ver con el atentado.

Los métodos y fines de Teresa Claramunt eran de signo muy diferente al de los atentados. Nunca fue condenada por los delitos que se le acusaban, a pesar de esto, tuvo que pasar largos años en la cárcel, además de años de exilio del país. La policía  siempre tuvo un interés manifiesto en vincularla con este tipo de acciones violentas para desacreditarla ante la opinión pública, por el gran prestigio que tenía.
El seis de enero de 1896, estalló una bomba entre la multitud de trabajadores que acompañaban una procesión del Corpus Christi en la barcelonesa calle de Cambios Nuevos. Este atentado provocó cinco muertos y muchos heridos, sin embargo, las autoridades que presidían dicha procesión no sufrieron ningún daño. Nunca se supo quién había sido (hay que recordar que en aquella época, sectores de la extrema derecha realizaron multitud de atentados achacándoselos a los anarquistas).

Consecuencia inmediata de dicho atentado fue una nueva detención de Teresa, que fue llevada a la cárcel de mujeres del castillo de Montjuich, donde fue ampliamente torturada. Soledad Gustavo relata: “lo que Teresa sufrió en aquel, un cautiverio imposible de… azuzada y perseguida por las monjas que interiormente se cuidaban de aquel establecimiento, pasó muchas desazones y gracias a su energía pudo salir  lo mejor posible de sus manos… dentro de la fortaleza y encerrada en un calabozo lleno de miserias, oyendo los lamentos de los que en otros calabozos estaban sometidos a torturas y con la horrible pesadilla de lo que sería para ella el mañana”.

Se celebra el famoso juicio de Montjuich, donde se solicitan 28 penas de muerte y 57 cadenas perpetuas, una de ellas para Teresa. Se produce una intensa campaña internacional en defensa de la libertad de Teresa, la cual es condenada al destierro.

En su destierro estuvo en Londres y París, siendo considerada una mujer de leyenda. Siguió defendiendo la causa anarquista y la lucha por los trabajadores/as, convirtiéndose su casa en un centro de ayuda y asistencia para los perseguidos.

Regresa a España en el año 1898 e interviene  en la revisión de los procesos anarquistas llevados en el país los anteriores años, pasando de ser acusada a acusadora de las injusticias del poder en los últimos años en España. Su prestigio iba en aumento, lo que aprovechó para seguir luchando y haciendo propaganda por los derechos de los trabajadores.  Fundó en el año 1901, la revista El Productor que tuvo una amplia aceptación en el mundo obrero. 

Pero ya en 1899, Teresa Claramunt escribía:

“En el orden moral, la fuerza se mide por el desarrollo intelectual, no por la fuerza de los puños. Siendo así, ¿por qué se ha de continuar llamándonos sexos débil? (…) El calificativo parece que inspira desprecio; lo más, compasión. No, no queremos inspirar tan despreciativos sentimientos; nuestra dignidad como seres pensantes, como media humanidad que constituimos, nos exige que nos interesemos más y más por nuestra condición en la sociedad. En el taller se nos explota más que al hombre, en el hogar doméstico hemos de vivir sometidas a capricho del tiranuelo marido, el cual, por el solo hecho de pertenecer al sexo fuerte, se cree con derecho de convertirse en reyezuelo de la familia (como en la época del barbarismo) (…) Hombres que se apellidan liberales los hay sin cuento. Partidos, lo más avanzado en política, no faltan; pero ni los hombres por sí, ni los partidos políticos avanzados se preocupan lo más mínimo por la dignidad de la mujer”.

El 16 de febrero de 1902 participa en un gran mitin donde pronunció un emotivo y apasionado llamamiento a la solidaridad con los huelguistas de la metalurgia e hizo que se extendiera notablemente la huelga general en Barcelona, la más importante hasta entonces de todo el movimiento obrero español, donde participaron miles de trabajadores que paralizó Barcelona completamente durante ocho días. Nuevamente Teresa es detenida.

Teresa junto a Leopoldo Bonafulla se desplazan a Andalucía para extender el anarquismo. Sin embargo, ambos son detenidos en Ronda (Málaga), siendo devueltos a Barcelona. Teresa denunciaba las injusticias del capitalismo a través de datos y ejemplos, siendo una oradora más práctica que teórica. En todas sus actividades se notaba su sensibilidad feminista.

Teresa considera, que aunque el hombre es físicamente más fuerte que la mujer, con el tiempo las máquinas han eliminado esta diferencia y plantea la reivindicación de que a trabajo igual salario igual.

Achaca a la educación el estado de postración de la mujer, educación que transmite a sus hijos. Apunta que la mujer ha de autoemanciparse y que para ello ha de establecer su propia organización, pero estos criterios difícilmente podían tener una posible traducción práctica en un momento histórico en el que sector de las mujeres militantes es puramente testimonial y se sitúa, por lo general, a remolque de sus compañeros.
Denuncia la forma en que era todavía vista la mujer en la sociedad republicana como “subalterna del hombre, carne para su placer, descanso para su trabajo y obediencia para su tiranía”. La idea de la inferioridad de la mujer estaba muy arraigada entre los hombres y el autoritarismo era la norma de conducta en la relación entre los sexos, incluso entre los mismos anarquistas.

Para Teresa era necesaria la liberación y la superación integral de la persona, tanto del hombre como de la mujer. Ella como mujer y desde su experiencia de la explotación femenina aporta un elemento nuevo sobre la emancipación de la mujer. No esperó que el hombre por su propia iniciativa, deje asumir la posición de superioridad que le caracteriza y asuma la no explotación de la mujer, sino que afirma que la emancipación de la mujer tiene que ser llevada cabo por ella misma. Cabe mencionar esta reflexión

“Ya lo ves, mujer proletaria, nuestros hijos no inspiran a nadie ningún sentimiento noble. Nosotras, las mujeres obreras, no per­tenecemos al sexo débil, ya que esos sietemesinos consideran muy natural que recaiga sobre nosotras el trabajo pesado de las fábricas. No pertenecemos tampoco al sexo bello, porque nuestros cuerpos destrozados no les despiertan el sentimiento de justicia.

Para ser mujer, según esas gentes, se ha de gastar aromas, se ha de cubrir el cuerpo de sedas y encajes. En nuestro hijo no ven el tierno infante que con sus lloros conmueve a las piedras, que su sonrisa es el sol que penetra en el corazón y su alegre mira­da suaviza las borrascas de la vida. Nada de eso ven. Ya lo sa­béis, obreras, en la sociedad actual existen dos castas, dos razas: la de nosotras y nuestros compañeros y las de esos zánganos con toda su corte. No tendremos pan, ni dicha, ni vida, ni segu­ridad para nuestros seres queridos y para nosotras, hasta que desaparezca del todo esa maldita raza de parásitos. !A trabajar, pues, proletarias; nuestra dignidad y nuestro amor lo exige!”. 

Colaboró en la revista La Tramuntana, en la Revista Blanca y dirigió el diario El rebelde durante los años 1907-1908. 
Cabe mencionar este texto de Teresa que representa muy bien su pensamiento

“Esos anarquistas que dejaron de serlo por tal o cual causa y esos otros que han forjado un molde para que de él salgan los anarquistas derechistas y perfectos, me hacen mucha gracia.

Yo dejé de ser católica, no por las pillerías de algunos curas o gente católica, sino porque al tener uso de razón comprendí que el catecismo católico era muy inferior a mi moral y a mis aspiraciones y aunque todos los católicos fueran buenos yo sería atea. Soy anarquista porque no podría ser de otra cosa, mientras mi organismo funcione con la regularidad que ha funcionado hasta hoy.

Siento amor sin límites, y la infame sociedad actual pone ante mi noble deseo una valla.  Anhelo el goce, y sólo dolor me rodea. Deseo la vida, y la muerte con su faz fría se presenta a mi vista.  Lo bello, lo grande, me fascina, y la muerte son su faz fría se presenta a mi vista. Lo bello, lo grande, me fascina, y por doquier veo fealdades, pequeñeces y miseria. Amó el trabajo por ser fuente de vida, y a los que trabajamos nos roe la anemia, las escaseces nos agobian, el hospital es nuestra recompensa.

Creo posible una sociedad más justa, más bella, más humana, que hemos dado por llamar la sociedad anarquista, ácrata o libertaria, porque estos hombres significan no autoridad, base primordial  de toda tiranía; por eso soy anarquista, ácrata o libertaria”.

En el año 1909, participa activamente en la Semana trágica de Barcelona, siendo detenida y recluida en Zaragoza. En la capital aragonesa continua se lucha anarquista, convirtiéndose en la gran líder del potente movimiento anarcosindicalista en Aragón, donde impulsó a adhesión de los sindicatos zaragozanos a la CNT.
En el año 1911, participa en una huelga general, siendo condenada a tres años de cárcel, bajo la acusación de “agitadora anarquista”. Durante su encarcelamiento hace aparición una enfermedad que la llevará posteriormente a la muerte por parálisis.

El dieciséis de junio de 1923 se produce el atentado contra el cardenal Juan Soldevila y Romero, realizado por un grupo anarquista Los Solidarios del que formaban parte Durruti y Ascasó y que le supone una nueva detención

Vivió varios años en Sevilla, en el que intentó curarse de su enfermedad, pero Teresa seguía luchando. En 1923, participa en un importante mitin en Sevilla contra la dictadura de Primo de Rivera. En 1924, se traslada nuevamente a Barcelona, pero se encuentra ya muy impedida, su casa se convierte en centro de actividad anarquista y es visitada por grandes figuras internacionales como Max Nettbau y Emma Goldman. A pesar de sus limitaciones participa en un mitin en Barcelona.

Muere el 11 de abril de 1931. Es  decir, no vio el triunfo de la II República por tres días. Su funeral se celebra el 14 de abril, el día del advenimiento republicano. Federica Montseny relata el entierro “El 14 de abril y por todos los centros republicanos por donde pasábamos, por todas partes, la bandera se inclinaba al paso del entierro, al que acudieron más de 50.000 personas en Barcelona. Su figura, ahora olvidada, ejerció una enorme influencia sobre todo entre la juventud….¡Me acuerdo tanto de ella!  Cada sábado íbamos a verla un grupo de muchachas y a su lado nos formábamos, no ideológicamente, ni culturalmente, sino sentimentalmente por la atracción que esta figura que comparábamos a Sofía Brakuskai y a las grandes nihilistas rusas”. 
En un pequeño homenaje, en la república se le dedicó una calle en Barcelona. Cuando llegó la dictadura franquista, el nombre de la calle siguió, debido a la ignorancia franquista de su figura.

Teresa Claramunt nunca consideró que hiciera en su agitada vida nada extraordinario. La bondad de su idealismo anarquista con todo cuanto había realizado en su vida, consideraba que estaba bien recompensado.

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