Almudena Grandes
¿La recuerdan? Que si ha sido penalti, que si no, que si
vuelve a darle... El aparato que revolucionó las viejas tardes de fútbol,
amenaza ahora con gobernar nuestro destino. Las reválidas, la asignatura de
religión, la ley del aborto de 1985, los emigrantes en Alemania, la pobreza...
Y las mujeres.
El feminismo inspiró la única revolución social triunfante
en el siglo XX. En el XXI, seguimos representando la mayoría de la población
mundial, pero la igualdad que no conseguimos está cada vez más lejos. La
jerarquía católica salvadoreña denuncia que la tragedia de Beatriz, embarazada
de un feto inviable que pone en riesgo su vida, es una manipulación a favor del
aborto. La tunecina Amina Tyler afronta una severa condena por haber dispuesto
de su propio cuerpo en un país musulmán. Cuando brotaron las primaveras árabes,
algunos —más bien algunas— nos preguntamos cómo se podían considerar
democracias unos regímenes que no garantizaban los derechos de las mujeres.
Ésta es la respuesta. Pero no pasa nada.
En España, ya lo ven, tampoco. Sin embargo, viendo la
alegría con la que el Gobierno le da a la moviola, me sorprende que no haya
promovido aún una medida que solucionaría muchos de sus problemas. Con una
reforma aquí, otra allá, podrían incapacitar administrativamente a las mujeres
como en los años cuarenta del siglo pasado. ¿Se imaginan lo bien que le vendría
a la ministra de Sanidad que su marido pudiera abrir y cerrar cuentas bancarias
a su nombre sin tener que darle explicaciones? De la Infanta, ya, ni hablamos.
Y eso sin contar con que prohibiendo el trabajo remunerado a las casadas, como
Pilar Primo de Rivera logró en la posguerra, bajaría el paro una barbaridad. El
portavoz del PP en el Congreso ha declarado que Ana Mato no es tonta, y tiene
razón. Somos mucho más tontos los demás, por tragar con lo que estamos
tragando.
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