Y finalmente los llamados despectivamente relativistas, que
intentan explicar estos acontecimientos como hechos sociales, que se producen
en determinados contextos culturales que influyen poderosamente sobre ellos. No
todos los asesinos nacen.
Para estos últimos, no está lejano el tiempo en el que en
España, en cualquier calle o plaza de cualquier ciudad muchas mujeres tenían
que soportar muy a menudo humillaciones del calibre, “que buena estás tía, te
lo voy a comer todo” o parecidas, las escuchaban a voz en grito desde la altura
de cualquier andamio o cuchicheadas al oído por más de un transeúnte con el que
inevitablemente tenían que cruzarse.
Hoy estas cosas se dicen menos verdad. Vale la pena
preguntarse porqué.
¿Por qué hay menos andamios? Bueno podría ser ¿Por qué haya
descendido significativamente el número de hombres que lo piensan? Esto es más
dudoso ¿Por qué hay muchas más mujeres en la calle y la sensación de impunidad
de aquellos que acostumbraban a agredir y violentar a las mujeres es menor? Es
más que probable ¿Por qué esa presencia
continuada genera un clima de reprobación social mayoritaria hacia esas
conductas vejatorias que lleva a la represión voluntaria de esos
comportamientos indeseados? Caliente, caliente.
¿Son diferentes acaso los mecanismos que provocan y
estimulan ese tipo de conductas a aquellos que llevan a un hombre a asesinar a
su pareja? En absoluto, cambia el grado, pero no lo que las provoca que podría resumirse en; mujeres
igual a desprecio y sumisión.
El resto de la teoría se explica con facilidad. La presencia
masiva de las mujeres en las calles y plazas no responde a la costumbre de
comienzos del siglo XX por la que muchas mujeres salían al porche de casa a
tomar la fresca a la caída de la tarde.
Es un poco más complicado pero puede llegar a entenderse sin
mucha dificultad. Esa presencia es la expresión más genuina de la lucha por la
igualdad de derechos que vienen librando hace décadas decenas, cientos de miles
de mujeres en España y en el mundo. Su determinación radical a ocupar el
espacio público que les ha sido históricamente vetado por los hombres,
atraviesa de lado a lado este proceso. Bien es verdad que a demasiadas de ellas
les ha costado la vida intentar salir al exterior a respirar aire en
circulación.
Pero cuidado con la vuelta al hogar, a ese espacio
sacrosanto de la impunidad cuando se pierden autonomía e independencia, porque
el saldo en vidas puede ser aún mayor.
La impunidad siempre está al acecho, atenta a las señales
que le llegan del exterior y para desgracia de las mujeres españolas las
señales son muchas y muy evidentes. Basta con repasar el BOE desde que gobierna
la derecha más radical en España; Reforma Laboral por la que las mujeres
recobran su situación privilegiada a la hora de abandonar el empleo. Reforma de
la ley de Dependencia o la vuelta a los cuidados por amor a la familia con un
bonus especial de pérdida de autonomía e independencia. Reforma de la Ley del
Aborto o la vuelta a la clandestinidad y a la consideración de delincuentes. Y
como colofón cierre indiscriminado de los centros de acogida y pisos tutelados
para mujeres maltratadas o amenazas.
Fijémonos por ejemplo en palabras como visibilización y
empoderamiento, siempre se han contemplado con recelo y desconfianza cuando no
con chanza. Puede que en adelante empecemos a sentir no intentar comprender las
realidades que algunas palabras describen mas allá de su literal significado.
Los maltratadores y
los asesinos de mujeres lo celebran. De modo parecido a como los corruptos
celebraron la aprobación de la ley del suelo.
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