Pongamos que en un país se tortura. Pongamos que los
torturados se cuentan por miles. ¿Cuánto tarda la palabra tortura es ser asumida
por las administraciones públicas? ¿Cuánto tarda esa puñetera palabra maldita
en aparecer en los medios de comunicación? ¿Cuánto tarda, después, la población
en dignarse a verla, digerirla y darse por enterada?
Podría haber utilizado “se mata” en lugar de “se tortura”,
pero ya ven que no.
Hay acciones que podríamos llamar las Acciones de la Bestia.
Son esas acciones que suceden en otros países, en países no democráticos, en
países que nos resultan lejanos o despreciables o con regímenes a combatir. No
aparecen por generación espontánea, no son consecuencia de un llamado desastre
natural. Son fruto de la acción del hombre, provienen de la acción u omisión de
aquellos que gobiernan dicho país. Entre las Acciones de la Bestia más
evidentes se encuentran el genocidio, la masacre, el asesinato, las
“desapariciones”, la tortura o el establecimiento de sistemas institucionales
de terror. En España, por supuestísimo, consideramos imposible e inimaginable
que exista ninguna de las anteriores Acciones de la Bestia.
Pero existe una entre todas las Acciones de la Bestia que
parece no resultarnos tan evidente. El hambre. Sin embargo, al igual que las
anteriores, en España, por supuestísimo, consideramos imposible e inimaginable
que exista. A usted mañana, de viaje por Caracas o Berlín, le preguntan ¿En
España se pasa hambre? Y su respuesta será que no. Aunque haya leído que sí,
dirá que no. Aunque haya oído que sí, e íntimamente considere esa posibilidad,
responderá que no.
A ver. Vuelvo al principio.
Pongamos que en España se pasa hambre hoy. Pongamos que los
que pasan hambre se cuentan por miles, y los niños que pasan hambre se cuentan
por miles también. ¿Cuánto tarda la palabra hambre es ser asumida por las
administraciones públicas? No sé cuánto ha tardado, pero ya está ahí, ya la han
pronunciado. ¿Cuánto tarda esa puta palabra maldita en aparecer en los medios
de comunicación? Nada, una vez la ha enunciado la política. ¿Cuánto tarda,
después, la población en dignarse a verla, digerirla y darse por enterada? Hum.
Desde luego, no parece que los ciudadanos españoles hayan
asumido aún la presencia de esa Acción de la Bestia entre nosotros. Y eso, sin
lugar a dudas, resulta gravísimo. Es como el paso inadvertido del primer
inmolado, o la sutil forma de ignorar la evidencia del primer desaparecido. Si
un hombre se inmola y no sucede nada, ya nada sucederá. Si el primer
desaparecido sobrevuela a la población sin rozarla, serán millares. Si los
dirigentes políticos pronuncian la palabra HAMBRE y los medios de comunicación publican
la palabra HAMBRE y no pasa nada, es que el hambre, esa Acción de la Bestia, ha
llegado para quedarse y aquellos que la han dejado entrar, que la han
provocado, han ganado la guerra sin necesidad siquiera de enfrentar batalla.
Hambre, carajo, estamos hablando de hambre entre la
población, de hambre infantil, estamos pronunciando la palabra hambre y
publicándola sin que se nos mueva un pelo. El hambre es una Acción de la
Bestia, y ninguna Acción de la Bestia debería pasearse entre nosotros como discurre
la tarde de primavera. Hambre, hostias, HAMBRE, ya hay hambre en España, y no
es la población la que lo denuncia, sino las autoridades y los medios de
comunicación. Mal síntoma, malísimo. Hay hambre, hambre escondida, hambre
ignorada, hambre silenciosa, hambre que va ensuciándonos mientras silbamos la
boba melodía pop del europeo medio. El hambre, eso que sucedía en países
lejanos, campa en su ciudad, seguramente en su barrio. Y callamos. Hemos
gritado por la sanidad y por la educación, por los desahucios y los atropellos
bancarios.
Pero el hambre.
Pero el hambre es distinta, el hambre no se perdona. O eso
espero.
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