Siempre he envidiado a las princesas, lo confieso, por lo
delgadísimas que se quedan después de parir. Mientras las madres plebeyas
vivimos en guerra durante meses con las mallas XL y los sujetadores de copa
desmontable, ellas posan en sus jardines, 10 días después del parto, con
tacones altísimos y vestidos ceñidos a sus escuálidas caderas, la tripa plana
como una tabla de planchar. Hasta ahora, creía que esa era la principal ventaja
de la sangre azul, pero reconozco que estaba equivocada.
Mientras la querella contra Messi, que defraudó siendo un
chaval rodeado de adultos dispuestos a sacar tajada de su talento a toda costa,
apenas deja espacio en los medios para los trapos sucios de Blesa, un individuo
mucho más peligroso, infinitamente más dañino para mucha gente, el criterio de
Hacienda sobre Aizoon ha pasado casi inadvertido. Y es una pena, porque ahora
que se habla tanto de reformular España, la aportación de Urdangarin podría
resultar muy valiosa.
Según los técnicos del ministerio, Aizoon pertenecía a ambos
cónyuges, pero solo se puede considerar al duque responsable de su actividad.
Teniendo en cuenta la naturaleza de los gastos que se desgravaba a través de
dicha sociedad, podemos concluir que Iñaki elegía a las muchachas del servicio,
que les pagaba el sueldo, que se ocupaba de las reparaciones domésticas y hasta
supervisaba los contenidos que sus hijos descargaban de Internet. O sea, que se
comportaba como el campeón de la igualdad y la conciliación, al asumir en
solitario los proverbiales engorros domésticos que traen de cabeza a todas las
mujeres trabajadoras de este país, excepto a la suya. ¿Quién dijo que los
cuentos de hadas ya no existen? El novio no solo era alto, no solo era
atlético, no solo era rubio y de ojos azules. Ahora resulta que también era
Superman. Mujeres de España, ¿no es envidiable?
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