miércoles, 26 de junio de 2013

Empoderamiento e igualdad

El concepto de empoderamiento proviene, en su formulación durante la segunda mitad del siglo XX, de la práctica pedagógica de Paulo Freire, el pedagogo brasileño que en los años 60 y 70 realizó un esfuerzo educativo para mejorar la situación de las clases populares brasileñas.

Paulo Freire utilizaba el concepto de empoderamiento para referirse al mecanismo que debía permitir reducir la vulnerabilidad y aumentar las capacidades de las personas pobres y marginadas. Conseguirlo, debía permitir abrir las puertas de un desarrollo sostenible para numerosos pueblos.

El empoderamiento, tal y como lo entendemos hoy, más vinculado al movimiento feminista, o de no discriminación por orientación sexual, etc, proviene del concepto manejado por Freire, en confluencia con el concepto “empowerment” que procede de los países ricos del norte, y que hunde sus raíces históricas en la Reforma Protestante encabezada por Lutero.

Creo que la palabra es muy poderosa. Pero la palabra no es en sí misma la solución a los problemas, aunque aporta mucho a encontrar soluciones compartidas.

Digo esto, porque hemos ido adoptando todo un cuerpo lingüístico políticamente que actúa como una presa que embalsa el agua, sin dar solución real al problema de la igualdad de género en las organizaciones políticas y sociales, permitiendo la pervivencia de prácticas machistas, y misóginas.

Lo que aparenta ser respeto a las formas, es muchas veces expresión de una resistencia a la igualdad.  El paternalismo intenta frenar el acceso a la igualdad, hasta que el comportamiento paternal topa con la autonomía de pensamiento y expresión de la mujer, a partir de la cual se transforma, en no pocos hombres, un fenómeno de competencia.

Digamos que guardamos las formas, pero no permitimos el acceso al poder real, en la toma de decisiones, a las mujeres. Más allá del lenguaje y el respeto formal, no utilizamos y manejamos, de forma habitual, la igualdad como componente transversal en cada debate o toma de decisión.  Incluso, cuando lo hacemos, es para que sean mujeres las que leen los manifiestos escritos por hombres.  Una vez más forma sin contenido.

No quiere todo esto decir que no hayamos avanzado en materia de igualdad.  Quiero decir que si queremos seguir avanzando debemos romper, mujeres y hombres, las fronteras de una igualdad formal para que fluya la igualdad real.

La introducción en nuestro lenguaje de conceptos como empoderamiento, sinergia, viral, deconstrucción, o desvirtualización, entre otros muchos, más allá de las modas, o de la utilización más precisa del lenguaje, no debe convertirse, en ningún caso, en un enmascaramiento de la realidad que impida acometer las soluciones.

Debemos consolidar los avances en igualdad de frente y con claridad.  Para quienes se han acostumbrado al lenguaje críptico, podríamos explicárselo de la siguiente manera: “La deconstrucción del empoderamiento puede crear una sinergia de carácter viral que permita desvirtualizar la igualdad entre los trabajadores y trabajadoras”.


Dicho de otra manera: Es hora de reconocer lo hecho hasta el momento, que no es poco., al tiempo que abordamos medidas de formación y participación, que nos permitan dar un salto adelante en los procesos de igualdad, en las organizaciones políticas y sociales, por supuesto, pero también y no menos importante, en las empresas.

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